Las reclusas de la prisión más restrictiva se embarazan una a una. Entonces, una cámara secreta las revela…

La directora Clara renunció bajo presión. Sin embargo, antes de irse, hizo una última visita a la oficina de Eleanor. «Hiciste bien en seguir cavando», le dijo en voz baja. «Si no hubieras encontrado el túnel, se habría prolongado durante años».

Eleanor suspiró. «Siguen siendo personas, Clara. Todos allí —el personal, los prisioneros— buscaban desesperadamente una conexión. Pero cruzaron una línea que no se podía ignorar». «Es cierto.

Afuera, se congregaban furgonetas de noticias y flashes de cámaras mientras los funcionarios acompañaban a las reclusas embarazadas a las furgonetas que las esperaban. Entre ellas estaba Mara, sujetándose el vientre con gesto protector. Captó la mirada de Eleanor y susurró: «Gracias».

Esas palabras impactaron a Eleanor más de lo esperado. Porque tras todo el escándalo y la indignación, comprendió algo que ningún titular podría publicar jamás: dentro de esos muros donde la soledad y el arrepentimiento se pudren, la humanidad prohibida aún puede echar raíces.

Meses después, se implementaron nuevos protocolos de seguridad en todas las prisiones federales. El túnel se cerró permanentemente y ambas instituciones se reconstruyeron desde cero. Pero Eleanor nunca olvidó el día en que encontró ese trozo de tierra removida, el momento que convirtió un embarazo imposible en la conmoción de todo un sistema.

Y aunque se había hecho justicia, una parte de ella sabía que la verdad era más profunda que el túnel mismo.

No se trataba solo de cómo sucedió.
Se trataba de por qué.

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