La confesión explotó en el aire.
Cecilia intentó intervenir, pero Rodrigo se volvió hacia ella con furia contenida. “¿Y tú sabías de esto?”
“Claro que no”, mintió Cecilia, pero su voz vaciló.
Marina dio un paso adelante. “Ella sabía. Escuché la conversación en el ático. Cecilia no sabía del asesinato, pero sabía que Beatriz era peligrosa y usaba eso para mantenerte controlado, hundido en la depresión. Porque mientras sufrías, ella tenía poder sobre ti y sobre Benjamín”.
Rodrigo miró a su madre como si la viera por primera vez. “¿Permitiste que culpase a mi hijo? ¿Me dejaste hundirme? ¿Ignorar a Benjamín, todo para controlarme?”
Cecilia no respondió. Su silencio fue respuesta suficiente.
Rodrigo tomó el teléfono y lo marcó. “Policía, necesito reportar un homicidio”.
Beatriz fue llamada en minutos, gritando. Cecilia salió en silencio, sabiendo que había perdido a su hijo para siempre.
Cuando la casa quedó en silencio, Rodrigo se desplomó en el sofá, rostro entre las manos. Marina permaneció de pie, Benjamín durmiendo tranquilo en sus brazos.
“Salvaste a mi hijo”, susurró Rodrigo. “Me salvaste a mí y casi te condeno sin escuchar tu versión.”
Marina se sentó a su lado, exhausta. “Todos cargamos culpas, Rodrigo. La diferencia está en lo que hacemos con ellas.”
siguientes Sanación y Elección
Los meses fueron de sanación lenta y profunda. Rodrigo finalmente registró oficialmente a Benjamín. Por primera vez lo tomó en brazos sin miedo, sin culpa, solo con amor.