Una noche, al volver del trabajo, oí que llamaban a la puerta. —¡Sé que lo tienes! —gritó—. “Solo tengo a Bertha”, dije. Me desplomé en una silla, destrozado. La ficha tenía grabada la dirección y el número 153. Revisé Dentro de la ficha había una llavecita. Contenía una carta manuscrita y varios documentos.
Mi madre estaba allí.
¿Qué, exactamente? —Estaba confundida—.
¡Una herencia! ¡La abuela te lo dejó todo! —gritó.
“¿Un perro? ¡No mientas!”, gritó mamá y salió corriendo.
Berta apoyó la cabeza en mi regazo. La acaricié… y de repente noté algo en su collar.Pista
el GPS: era la estación de tren.
¿Quizás era el número del depósito? ¿Pero dónde estaba la llave?
Fui a la estación de tren y abrí la celda número 153.
Dentro había un sobre con la inscripción: «Meredith».