Una niña y su perro K9 descubren a dos policías enterrados vivos. ¡Su siguiente movimiento sorprendió a todos!

Max ladró una vez, fuerte, y empezó a caminar decidido en una dirección, volteando la cabeza para asegurarse de que Renata lo siguiera. Ella se aferró a su collar.

—No me dejes, por favor —susurró.

Caminaron así, a ciegas, durante quién sabe cuánto tiempo, hasta que la nieve cubrió sus huellas por completo. Y entonces fue cuando Max se tensó y los llevó directo al lugar donde alguien había intentado esconder un crimen bajo la tormenta.

Renata no sentía los dedos, pero siguió cavando. La nieve le raspaba las uñas, le quemaba la piel. No se detuvo hasta descubrir el pecho del oficial.

—Señor, ¿me escucha? —preguntó, sacudiéndolo con cuidado.

Un gemido débil se escapó de la garganta del hombre.

—Está vivo… —susurró Renata, con una mezcla de alivio y terror.

Se arrastró hacia la mujer. Max ya le había descubierto el rostro y parte del torso. Renata retiró la cinta de su boca con manos torpes. Los labios de la mujer estaban tan fríos que parecían de vidrio.

La oficial soltó un suspiro rasposo. El vapor de su aliento era casi invisible.

—Max, están vivos —dijo Renata—. Pero se van a morir si nos quedamos aquí.

Metió la mano en el bolsillo. Sacó su celular. La pantalla estaba negra, cubierta de una fina capa de hielo. Lo marcó, lo sacudió, nada. La batería se había rendido ante el frío.

No había señal.

No había forma de llamar a nadie.

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

Leave a Comment