Los niños crecieron rápido. Ella era aventurera, Grace, considerada y constante, y Lucas, tranquilo, pero siempre dispuesto a ayudar. Comprendían, incluso de niños, lo escaso que era el dinero, pero nunca sintieron que les faltaba nada. Su hogar estaba lleno de risas, historias y el aroma del pan recién hecho de Margaret.
Hubo desafíos. Una sequía de verano casi le cuesta a Daniel la granja. Cuando Margaret pensó que podrían perderlo todo, él le recordó:
Ya hemos recibido más de lo que esperábamos. Vale la pena luchar por esto.
Un nombre del pasado
Cuando los trillizos cumplieron dieciséis años, cada uno se había fortalecido a su manera. Ella obtuvo una beca para estudiar enfermería, Grace desarrolló una pasión por el diseño ambiental y Lucas se dedicó por completo a reconstruir la granja con técnicas sostenibles.
Entonces, una tarde, llegó una carta del Departamento Estatal de Servicios Familiares. A Margaret le temblaban las manos al abrirla. Dentro había un nombre: una posible coincidencia con la madre biológica de los niños.
Daniel leyó en voz alta, con voz firme pero insegura.
«Está viva. Y quiere conocerlos».
Margaret miró hacia la sala, donde los tres adolescentes se reían de una película vieja. Le temblaba la voz.
“¿Y si ella los quiere de vuelta?”
Conociendo a la mujer que intentó salvarlos
Una semana después, los Lawson y los trillizos conocieron a Rachel Porter , una mujer de unos treinta y tantos años, en un café del centro. Parecía frágil, con ojos cansados pero tiernos. En cuanto vio a los jóvenes, le temblaron los labios.