Yo también soy linda

Cuando Sofía empezó a ir a la escuela, algunos niños la miraban diferente. No entendían por qué hablaba un poco más despacio o por qué necesitaba más tiempo para aprender ciertas cosas. Pero Sofía no se rendía. Cada día llegaba a clase con la misma sonrisa y con un dibujo nuevo para regalar.

Su maestra, la señora Ana, siempre decía:

—Sofía tiene un corazón tan grande que ilumina toda la clase.

Un día, la escuela organizó una exposición de arte. Sofía pintó un cuadro lleno de colores, con muchas flores y un gran sol en el centro.

Cuando llegó el momento de mostrarlo, todos los niños se quedaron en silencio. Era el dibujo más alegre de todos.

Entonces Sofía dijo con su voz dulce:

 

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