Comenzaron los preparativos para el enfrentamiento. Claire, Lily y Sergey idearon un plan: instalaron cámaras adicionales, alarmas y un sistema de alerta policial. Cada día era tenso, pero juntos sentían que tenían todo bajo control.
Pasaron varias semanas, y finalmente llegó el momento en que la amenaza se hizo tangible. Una tarde lluviosa, Lily detectó movimiento en el jardín a través de la cámara de seguridad. Una figura encapuchada se dirigía cautelosamente hacia la casa. La chica pulsó inmediatamente el botón de pánico.
Minutos después, llegó la policía. El hombre encapuchado fue detenido. Resultó ser alguien que intentaba hacerse pasar por Michael, pero las huellas dactilares y de pisadas dejaban claro que era una advertencia.
Claire y Lily se dieron cuenta de que el juego apenas comenzaba. Michael Dean, o uno de sus seguidores, seguía ahí fuera, observando, planeando, esperando el momento oportuno para regresar.
A partir de ese momento, la vida de Claire y Lily se convirtió en una lucha constante. Se vieron obligadas a disimular sus movimientos, cambiar sus hábitos y mantenerse vigilantes. Lily, la niña que una vez arruinó la boda de su madre, se convirtió en una verdadera guardiana de la casa, atenta y valiente.
Y aunque cada día traía ansiedad y miedo, juntas se fortalecieron. Madre e hija, unidas por un objetivo común, comprendieron que la verdad y el coraje eran lo que las protegería incluso del enemigo más astuto y peligroso.
Pero Michael Dean seguía ahí fuera, y su historia con ellos no había terminado. Cada crujido, cada timbre extraño, cada sombra inesperada les recordaba que el enemigo era astuto y peligroso.
Y Lily, viendo a su madre recuperarse del shock, comprendió que a veces la verdad viene acompañada de dolor, pero es precisamente esto lo que da fuerza para resistir el mal.