Marina subió la escalera de mármol con el corazón acelerado, sus pasos apresurados resonando por la mansión vacía.

Él subió y salió de la cocina cabizbajo. Marina se quedó allí, meciendo suavemente, mirando por la ventana donde la noche comenzaba a aclarar.

No sabía aún que aquella decisión lo cambiaría todo, que aquel bebé reabriría heridas que juraba cicatrizadas, que aquella casa guardaba secretos capaces de destruirla o salvarla.

Secretos y Veneno
El amanecer llegó despacio, trayendo consigo preguntas que Marina no estaba lista para responder.

Despertó en el sofá de la sala con el bebé aún durmiendo en sus brazos. Acomodó al niño y se levantó, explorando la casa silenciosa con pasos cautelosos. En la cocina encontró a una mujer de mediana edad preparando café. Su rostro llevaba una expresión de desaprobación permanente.

“Debe ser la nueva”, dijo sin saludar. “Soy Beatriz. Trabajo aquí desde hace 15 años”. Miró a Marina de arriba abajo con desdén evidente.

“Marina, un gusto.”

Beatriz soltó una risa seca. “Un gusto. Veremos cuánto duras. Las últimas tres se fueron llorando antes de completar una semana. Él no quiere a nadie cerca del niño”.

“La pobre Alesandra debe estar revolcándose en la tumba”, continuó Beatriz, cada frase cargada de veneno. “Murió en el parto y él nunca volvió a ser el mismo. Culpa al bebé, ¿sabes? Cree que el hijo le dejó a su esposa”.

Las palabras golpearon a Marina como puñetazos. Apretó al bebé contra el pecho, sintiendo una oleada de protección feroz.

“Pareces diferentes a las otras”, continuó Beatriz, ahora estudiando a Marina con ojos afilados. “Más involucrada. Ten cuidado con eso. Esta casa devora a quienes se encariñan demasiado”.

 

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

Leave a Comment