—Tatay aún puede. Cuando estoy cansado, pienso: «Estoy criando un doctorado, y me siento orgulloso».

Sonreí, sin atreverme a decir que estudiar un doctorado requiere trabajo extra, requiere aún más esfuerzo. Pero él fue la razón por la que no me permití rendirme.
El día de la defensa de su tesis doctoral en la Universidad de Diliman, le rogué a Tatay durante mucho tiempo hasta que accedió a ir. Le pidió prestado un traje a su primo, llevaba zapatos una talla más pequeños y un sombrero nuevo que compró en el mercado del distrito. Se sentó en la última fila del auditorio, intentando enderezarse, sin apartar la vista de mí.
Después de la defensa, el profesor Santos nos estrechó la mano a mí y a mi familia. Al llegar a Tatay, se detuvo de repente, miró con atención y sonrió:
—Eres Mang Ben, ¿verdad? Cuando era joven, mi casa estaba cerca de una obra en la que trabajabas en Ciudad Quezón. Recuerdo la vez que bajaste del andamio a un trabajador herido, aunque tú también estabas herido.
Antes de que Tatay pudiera decir nada, la maestra ya estaba… conmovida: