Judy gritó, “¡Eres una mujer asquerosa!”
Y Lizzie, siempre tan compuesta, simplemente dijo, “Al menos finalmente lo vi por lo que es.”
Y luego caos.
Oliver se lanzó hacia ella, su cara retorcida por la ira, intentando agarrar el micrófono. Judy entró tras él, gritando. Las sillas se arrastraron. La gente empezó a ponerse de pie.
Y Lizzie, tranquila como siempre, metió la mano bajo la mesa, sacó un cubo de metal y, con puntería perfecta, voló un montón de pintura roja sobre ellos.
Gritos por todas partes. Los teléfonos estaban arriba, con la gente grabando el momento. Oliver gritó algo incomprensible mientras las manos de Judy se movían frente a ella, la pintura roja cayendo por sus brazos como una escena de una mala película de terror.
Lizzie dejó el micrófono sobre la mesa.
“Disfruta tu boda,” dijo con calma.
Y salió caminando.
El video terminó.
Me quedé mirando el teléfono de Misty, sin palabras.
“Espera,” dije finalmente. “¿Él también estaba con Lizzie?”
Misty asintió, guardando su teléfono en su clutch.