Una mujer negra, frágil y sin hogar, era escoltada fuera de una lujosa gala benéfica por dos corpulentos guardias de seguridad. Miró el piano de cola y suplicó: “¡Por favor… déjenme tocar para una cena!”. El invitado especial de la noche, el reconocido pianista Lawrence Carter, dio un paso al frente, levantó la mano para detener a los guardias y dijo: “Déjenla tocar”. Lo que siguió dejó a todos en absoluto silencio.

“¡Por ​​favor… déjenme tocar por un plato de comida!”
La mujer, delgada y agotada, vestía un abrigo gris andrajoso, zapatos gastados y el cabello despeinado. Sus ojos oscuros, cansados ​​pero feroces, estaban fijos en el reluciente piano. Su nombre, como pronto descubrirían los invitados, era Alicia Brown. Llevaba días deambulando cerca del Centro de Convenciones de Los Ángeles antes de entrar en la Gala Esperanza para la Humanidad, uno de los eventos benéficos más prestigiosos de California.

Los susurros resonaron por el salón. Algunos invitados fruncieron el ceño, otros se removieron incómodos. Entonces, una voz tranquila y autoritaria se elevó por encima de la charla:
«Que se quede».

Lawrence Carter, Homenageado da noite e um dos pianistas mais célebres vivos, aproximou-se. Na casa dos sessenta, com cabelos prateados e olhos suaves, ele exalava um comando silencioso que abafava a multidão sem esforço. Ele estudou Alicia—não com julgamento, mas com curiosidade genuína.

«Você quer jogar?»ele perguntou baixinho.

Suas mãos tremiam enquanto ela acenava com a cabeça. «Apenas … uma canção. Por favor.”

Murmúrios se espalharam pela platéia. Algumas risadas reprimidas; outras trocaram olhares céticos. A segurança hesitou, aguardando a sugestão de Lawrence.

Ele gesticulou em direção ao piano. «Deixe-a jogar.”

 

 

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

Leave a Comment