Una casa construida de la noche a la mañana
El llanto de los bebés inundó la casa, un sonido con el que los Lawson habían soñado durante años. Margaret calentaba toallas y tarareaba instintivamente, como si se hubiera preparado para este momento toda su vida. Daniel volvió a salir a buscar huellas, pero la nieve ya había borrado cualquier rastro de quién había dejado la cesta.
El sheriff y un trabajador social estatal acudieron a la mañana siguiente. No encontraron denuncias de personas desaparecidas, ni historiales médicos, ni ninguna madre joven buscando a los bebés. Los bebés figuraban como “trillizos no identificados” y el estado les ofreció acogida temporal.
Pero Margaret dio un paso adelante antes de que pudieran terminar.
“Aquí están a salvo”, dijo. “Que se queden”.
Daniel dudó (la granja apenas cubría sus necesidades básicas), pero cuando miró a los tres bebés en los brazos de Margaret, algo cálido y esperanzado surgió en su interior.
Los llamaron Ella , Grace y Lucas .
Años duros, corazones brillantes
Los años siguientes fueron exigentes. Los Lawson vendieron su camioneta, aceptaron trabajos adicionales y aprendieron a aprovechar al máximo cada dólar. Margaret cosía ropa a mano y cocinaba lo que el terreno les ofrecía. Daniel reparaba cercas y graneros para los vecinos para obtener ingresos adicionales.
Vivían con el cansancio, pero también con una alegría que nunca habían conocido.